Habláis del descenso del Valencia a Segunda con una frivolidad que da miedo

Hablar del descenso del Valencia a Segunda me aterra. Soy de una generación que tiene casi como primer recuerdo futbolero valencianista aquel fin de semana en el que perdimos 3-0 en Barcelona un sábado, y el Cádiz y el Betis arreglaron un empate a cero el domingo siguiente. Aquello fue la culminación de un proceso muy largo, de varios años jugando, pero esos momentos son los que quedan grabados.

Los que habláis del descenso en la jornada 6, que encima ya lleváis tiempo, que no contempláis otro escenario, que pensáis encima que eso iba a servir para algo, o sois demasiado jóvenes para saber qué fue aquello, o a lo mejor os habéis olvidado de la vergüenza y el desastre que fue descender. Y no, no me vale que sirvió de nada, porque ese es otro tema. Y encima nos enfadamos con aquellos que piden un poco de calma, de no verlo todo negro en octubre metiendo una presión descomunal a un entorno que ya la produce por sí sola todos los días.

Sé que por esto me van a caer palos como mi cabeza, pero es que se llega a dar la sensación de que se busca eso, el bajar, como para tener razón en no sé muy bien qué demonios. Creo que no he pasado más vergüenza en mi vida que aquel, con casi 12 años. Y no he llorado más de rabia que en aquel momento. Y por lo que he hablado con gente de más edad, para ellos fue desde luego mucho peor. Habláis de un descenso como si tuvierais la más remota idea de lo que es, y me parece que para nada en absoluto.