Empate y exhibición de Keylor Navas en el Benito Villamarín (0-0)

Redactor Jefe | 01 NOV. 2013 | 01:54

El tiempo quedó suspendido en el Estadio Benito Villamarín en el instante en el que Carlos López López, el cuarto árbitro que tomó el testigo tras la lesión de colegiado principal, regresó al epicentro del punto fatídico que distancia el penalti de la portería. Keylor Navas había salido indemne del desafío que significaba enfrentarse a Molina desde los once metros. El arquero había adivinado las intenciones del atacante escogiendo su perfil izquierdo para rechazar el disparo del delantero bético. Sin embargo, el veredicto del colegiado resultó implacable.

Había que retornar al punto de origen para repetir la acción más determinante de la confrontación. Los dos protagonistas volvieron a quedar citados en la inmensidad del coliseo verdiblanco. Siempre acentúan que un penalti entraña una guerra de carácter psicológica entre el pateador y el arquero. Cualquier signo puede ser decisivo en la interpretación final de cada uno de los contendientes. Keylor y Molina se miraron, estudiaron sus rictus y tics previos y repitieron el protocolo establecido. Los dos jugadores decidieron calcar los movimientos. Keylor Navas se balanceó una vez más sobre su costado izquierda y volvió a rechazar el disparo envenenado del ariete bético. El meta costarricense se erigió en el ganador del combate que podía haber marcado el destino definitivo de un enfrentamiento que se movió por cada uno de los extremos equidistantes del rectángulo de juego.

Molina concitó la atención del feudo bético después de que Navarro se estrellara con el palo de la meta de Anderson. La disciplina del fútbol tiene esos vaivenes que podrían tildarse de antagónicos. El defensor azulgrana rozó el gol, tras chocar con el palo de la meta de Anderson, y en la siguiente acción Vadillo filtró un pase sobre la llegada de Molina que concluyó con el cuarto árbitro dirigiéndose al punto de penalti. Y restaban un sinfín de emociones fuertes por dirimir con el gol como protagonista. Barral se topó con Baba cuando el balón parecía entrar en las redes de la portería local y Keylor Navas voló felinamente para sacar un obús lanzado por Vandillo desde el balcón del área azulgrana en los minutos decisivos. Y antes Xumetra coqueteó con la diana en dos llegadas diáfanas desde atrás. Al atacante catalán le faltó efectuar el último control cuando se plantaba sin mayor oposición que el guardameta del Real Betis.

Así que los dos equipos se sintieron algo atormentados cuando el partido llegó a su fin. El Betis recordó los dos penaltis errados y el hecho de jugar durante más de sesenta minutos en inferioridad tras la expulsión de Chica mientras que el Levante lamentó las opciones no transformadas y quizás no proyectarse con más contundencia en superioridad. El duelo enfrentó a dos rivales con estados anímicos divergentes. El propietario del Villamarín llegó a la cita aturdido por los últimos resultados tras tres derrotas consecutivas. Por su parte, el grupo que conduce Caparrós se rehízo de la derrota ante el Real Madrid con dos triunfos frente al Celta de Vigo y Espanyol. La tendencia y los estados carenciales se trasladan al campo. Es difícil, en ocasiones, abstraerse de esas situaciones. Y quizás Chica fue el paradigma de este argumento. El lateral marchó al vestuario en el minuto treinta tras acumular dos cartulinas amarillas. La noticia era pésima para el Betis.

El colectivo que prepara Pepe Mel emergió con determinación sobre el campo. El Betis tenía más la tenencia del balón, la posesión y e incluso el tempo del encuentro. Los locales merodeaban las inmediaciones del área defendida por Keylor Navas con cierta solvencia, pero para maniatar al Levante hace falta hacerle más daño y quizás ser algo más punzante en la ejecución definitiva. No es fácil desenmascarar al bloque azulgrana. El Levante entreteje una tela de araña y se dedica a enredar a su oponente. Se siente seguro ajustando sus líneas y replegándose sobre su perímetro defensivo para lanzarse sin contemplaciones sobre el espacio contrario del campo aprovechando la velocidad de su vanguardia. Es evidente que el partido varió tras la expulsión de Chica aunque, a priori, no hubo variaciones.

El Betis seguía con el plan establecido, partiendo siempre desde las botas de Verdú, un centrocampista de toque sedoso, mientras que el Levante trataba de acortar las distancias con Anderson de manera arrebatadora. El partido se consumía en su primer acto con un gol anulado a Molina y un remate intencionado de Ivanschitz, tras una colada de El Zhar, que sacó Amaya desde la línea de gol. En la reanudación el paisaje del duelo varió. El cansancio físico debilitó al Betis propiciando una mayor presencia del Levante. El bloque comenzó a merodear las cercanías de Anderson. Y por norma el Levante no necesita excesivo caudal ofensivo para marcar, aunque, paradójicamente en uno de los choque con más llegadas no amenazó la integridad del arco local. El duelo pudo mutar de raíz en un minuto repleto de acontecimientos en las dos áreas. Navarro remató al palo y Molina chocó por dos veces con Keylor.