Se cumplen 20 años del fichaje de Mijatovic por el Valencia CF

El futbolista llegó en el verano del año 1993

Jose Hernández | 03 JUL. 2013 | 01:39

Se cumplen 20 años del fichaje de Pedrag Mijatovic por el Valencia Club de fútbol, un jugador que marcó una época en el club y que tuvo una salida turbulenta al confirmarse su marcha al Real Madrid. En los primeros días del mes de Julio de 1993 comenzaba la historia del nuevo ídolo de Mestalla, el maestro de Podgorica.

Parece que fue ayer pero ya han pasado 20 años desde su llegada a España. Con las altas temperaturas del verano recién comenzado aterrizaba en Valencia Pedja Mijatovic, y lo hace en medio de la tempestad que vivía en ese momento el club valencianista. Nada raro pensarán algunos (hay cosas que nunca cambian), mientras que otros se preguntarán la razón de ese ambiente tumultuoso.

Al Valencia lo entrenaba Guus Hiddink, uno de aquellos entrenadores con mucho cartel lejos de Mestalla pero que debido a ciertos resultados había comenzado a firmar el inicio del divorcio con la afición valencianista. El holandés tenía un sueño, y ese era Romário. Había entrenado al brasileño en el PSV y muchos dirigentes valencianistas estaban dispuestos a vestirlo con la camiseta del Valencia; el jugador incluso se dejó fotografiar con la casaca blanca en una ocasión. Se habló de que Romario podría llegar a jugar la semifinal de la Copa del Rey que enfrentaría al Valencia y al Zaragoza. El sueño estaba muy cerca pero las posturas se alejaron definitivamente y el carioca terminó firmando por el Barça.

Para colmo de males, esa semifinal terminó como una de las decepciones más rotundas sufridas por la afición valencianista en años. Tal fue el desencanto por la eliminación que en el último partido de la temporada jugado en Mestalla ante el Oviedo, la grada arremetió contra los jugadores y ladirectiva. Y así llegó Pedja, tras haber sido visto por emisarios del club “Ché” y recibir el visto bueno del gran Pasieguito. Mijatovic había sido objetivo del Atlético de Madrid y era un viejo conocido del fútbol español desde que se enfrentara contra el Sporting de Gijón jugando en las filas del Partizán de Belgrado. Poco más se sabía de aquel futbolista que había formado parte del brillante equipo yugoslavo que en 1987 ganó el mundial juvenil de Chile, aunque ya nada quedara de aquel conjunto ni de un país disgregado y masacrado por una cruel guerra civil.

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Y es que Mijatovic era el prototipo de futbolista llegado desde los Balcanes. Con un físico enclenque y un tono de piel absolutamente pálido se presentó en Valencia haciendo honor a un dudoso gusto en su vestimenta. Sus camisas y peinados hicieron furor en aquella Valencia de 1993, aunque más por su ordinariez que por marcar tendencia...y eso que en Mestalla ya se conocía el apego a la provocación de futbolistas como Lubo Penev o Miodrag Belodedici.

Comienzo fulgurante

Poco tardó Mijatovic en impresionar. Poseía un guante que le convirtió en una de las estrellas del verano. En la presentación del equipo todavía coleaba el fracaso de Zaragoza pero ya en el debut liguero del Valencia en su estadio, la afición se había reconciliado con el equipo. Buena parte de culpa de esa renovada ilusión la tenía Pedja, el jugador al que parecía que nunca se le terminaría la pólvora, el maestro de las dos piernas que poseía una habilidad de recursos pocas veces vista en el entonces Luis Casanova. El Valencia era líder de la liga, pero entonces Mijatovic desapareció.

El 7-0 de Karlsruhe se llevó a todos los magos que habían desfilado por Valencia en la primera parte de la temporada. Pocas semanas después Hiddink era cesado tras una derrota en casa frente al Real Madrid, la noche en la que al Valencia no le salió nada, la noche en la que José Ángel de la Casa afirmó en un lapsus que Mijatovic era serbio. Evidentemente no lo era, pero la metáfora sirve para explicar lo que le había pasado a aquel equipo y a su jugador franquicia; la pérdida de identidad era un hecho.

Mijatovic vivió su primera crisis aunque pudo terminar su primera temporada de forma decente en lo deportivo y en lo económico, ya que fue uno de los jugadores que cobró la sustanciosa prima ofrecida por el Barcelona tras el empate conseguido ante el Deportivo el día que Djukic falló el histórico penalti. 1994-95 sería la temporada de su consagración.

No marcó demasiados goles en la liga (12) pero fue pieza clave en el éxito alcanzado por el Valencia; después de 16 años el equipo volvió a una final de copa, y en ella, después de su espectacular crisis en los lanzamientos de golpe franco, Mijatovic volvía a marcar. Fue una falta guiada por los miles de aficionados que poblaban las gradas del Santiago Bernabeu (el coliseo donde Mijatovic sería un ídolo años después). El gol de la final, el de la reconciliación definitiva que sin embargo no sirvió para alcanzar el título. Cuatro días después en la reanudación del partido el Valencia perdía el partido y dejaba escapar la copa. Pero ese verano comenzaba la ascensión al trono del nuevo Mijatovic, el que firmaría una de las temporadas más portentosas vividas por un futbolista en los años noventa en el campeonato español.

1995-96, su mejor temporada

Llegó Luis Aragonés al Valencia, y el sabio de Hortaleza lo tuvo claro: quería explotar a Mijatovic y si era con Davor Suker al lado mucho mejor. El croata estuvo cerca de firmar por el Valencia pero finalmente no lo hizo; el show de Pedja estaba a punto de tomar forma. Era un Valencia de contraataque, de salidas rápidas y que contaba con un inspirado Fernando. A su lado Mijatovic brilló como nunca, su mejor temporada.

Marcó goles, asistió a sus compañeros y se atrevió a hacer cosas distintas. La madurez había llegado pero tampoco fue campeón de liga por muy poco. Era el auténtico ídolo, el mayor icono del valencianismo desde la salida de Mario Kempes, el jugador al que todos los niños querían parecerse y cuyo número, el ocho, poblaba la espalda de todas las camisetas de Mestalla. Mijatovic era el nuevo héroe de un renacido club al que solo le faltaba un título para volver a la senda que nunca debió abandonar.

Y entonces se confirmó su polémico fichaje por el Real Madrid y la estatua se descompuso en mil pedazos. A los seguidores del Valencia les dolió que Pedja se fuera al Real Madrid, que su fichaje se hiciera público cuando el equipo se jugaba la liga, y sobre todo que el mismo jugador hubiera prometido que nunca lo haría. Mijatovic fue el hijo predilecto de la grada de Mestalla pero sus últimos días en Valencia fueron terroríficos...

Los niños tapaban con esparadrapo su nombre, los aficionados le insultaban en el campo y en la calle y el jugador llegó incluso a contratar guardaespaldas para cubrir su seguridad. Su rendimiento era superior fuera de su propio campo ya que en Valencia jugaba demasiado pendiente de la presión...se fue marcando el gol de la esperanza en Vigo, el que agotaba las últimas esperanzas de ser campeón de liga, pero su cabeza estaba en Madrid. También su futuro y el éxito profesional que no alargó en la ciudad del Túria. En la capital de España y en la Fiorentina viviría otras batallas, muchas de ellas relacionadas con el Valencia.

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Han pasado dos décadas desde que Mijatovic llegó a España para formar parte de la historia y comenzara a protagonizar su propio sueño. Un pedazo del camino trazado por el Valencia le pertenece, y 20 años después es justo reconocerlo.