Cuchillos largos en Orriols

La plantilla intentó firmar anoche un armisticio tras la fractura interna y las acusaciones de Barkero a Ballesteros, Juanfran, Munúa y Juanlu

Rafa Carretero | 01 MAY. 2013 | 12:03

Los jugadores del Levante cenaron anoche juntos no ya para sellar las grietas que hay entre ellos, algo que es imposible, pero sí al menos para rebajar la enorme tensión interna. Después de que la unión del vestuario se hiciera añicos en el descanso del partido contra el Deportivo, desde el propio equipo se promovió esta iniciativa a la que finalmente respondieron todos los implicados, incluido un Sergio Ballesteros que tenía decidido ausentarse. Y es que el capitán es uno de los futbolistas que peor parados está saliendo del cisma, de ahí que haya llegado a poner el año de contrato que amplió hacia unos meses a disposición del club si hay dudas sobre él.

El origen de la bomba interna fue el rifirrafe de Barkero con Munúa al descanso del partido contra el Deportivo, el cual terminó incendiando al resto del grupo y dividiéndolo. El vasco, a voz en grito, se quejó de la actuación del portero diciéndole que si aquello era “una estafa”. Después del partido, trasladó esa misma queja a Quico Catalán en su despacho, llegándole a manifestar que no quería jugar más con compañeros así.

Lejos de reconducirse, el incendio fue a más cuando en la primera reunión en el vestuario después de aquello Barkero terminó señalando a Munúa, Juanlu, Juanfran y Ballesteros como destinatarios de sus sospechas sobre que se habían ‘vendido’. Una bomba de relojería especialmente hacia la figura del capitán, ofendido tanto por esa acusación como por las dudas de sus compañeros, de los que echó en falta un mayor respaldo. He ahí el origen de un equipo totalmente fracturado y dividido en el que Juan Ignacio se ha quedado a merced de la corriente.

La tensión desde entonces puede cortarse con un cuchillo y en ese sentido lo cierto es que bien poco ha ayudado que Munúa y Ballesteros se sintieran señalados con su suplencia desde entonces. Especialmente el portero, ya que la realidad es que el central era carne de banquillo por su momento de forma. El mal rollo terminó de agravarse contra el Celta cuando después de otro partido bajo sospecha Cabral entró al vestuario granota y a Barkero le recriminaron haber lanzado un penalti fuera.

El club está muy preocupado ante la deriva de los acontecimientos y sin tener muy claro cómo actuar, ya que hasta el momento sólo hay sospechas y nada demostrado, de ahí que se esté empujando a Barkero a hacer un acto de contricción. De todos modos, a la espera de consumar la permanencia matemática, todo apunta ya al final de un ciclo en Orriols y a una importante limpieza en el vestuario de cara a la próxima temporada que salvo cambio de rumbo afectará también al entrenador.