El Valencia termina el año fuera de todo: fracaso absoluto

Un partido lamentable, otro más, en el que sólo bastaba ganar... pero se volvió a perder dejando una imagen, de nuevo, desoladora

Toni Hernández | 19 JUL. 2020 | 23:01
Kevin Gameiro

El Valencia de Voro debía ganar y esperar para ir a Europa. Pero sobre todo, ganar. Con un once de gala, con todo lo que tenía disponible, salía a por el partido de forma clara. El partido empezó vivo, con los dos equipos llegando, aunque fueron los visitantes los que pegaron primero, con un latigazo de Guedes. El efecto se fue diluyendo, y el Sevilla empezó a mandar. En el 16, Óliver podía hacer el 1-0, pero Jaume hacía una buena parada. Guedes se lesionaba en el 18, y el partido se complicaba un poco más. Entraba por él Carlos Soler. Llegados a la media hora, un gol metía al Valencia… pero eso estaba lejos en cuanto a juego. Parejo podía hacer el 0-1 de falta en el 38, de falta. Eso debía activar al equipo. Un gol hacía al equipo sexto en el 42, pero las sensaciones seguían siendo malas, casi nulas en ataque. Con empate a cero se llegaba al descanso. Sólo se podía salir a ganar en la segunda mitad.

La segunda parte empezaba sin cambios. Y la primera la tuvo Munir, con un disparo que se iba al palo en el 47. Reguilón podía marcar de nuevo en el 52… y es que el Valencia no tenía manera de sacar el balón y no se pisaba campo contrario. Y en el 55, Reguilón, marcaba un golazo ante una pasividad defensiva poco menos que vergonzosa. De nuevo el equipo se caía de forma inexplicable, aunque quedaba mucho tiempo. Ferran podía empatar en el 65, a la salida de un córner, pero remata con poca fe. A falta de 20 minutos, de nuevo, la nada. Equipo plano, sin alma, y sin reacción en el banquillo, aunque tampoco es que hubiera gran cosa. Sobrino y Lee entraban por Maxi y Ferran. Todo dicho con esos cambios. En la pausa para hidratarse, al menos, el Valencia daba señales de vida en ataque.

Gameiro podía marcar en el 83, y parecía que el Valencia quemaba sus naves... aunque fuera tarde. Era una especie de querer y no poder, pero dando una imagen muy extraña. El partido caía, el año terminaba, y el equipo parecía pedirlo a gritos, como desde hace días, justo cuando el Levante le empataba en aquel penalti de Diakhaby. Impotencia, caras largas, miradas al aire, pero en definitiva un año para tirar a la basura que termina de la peor forma posible,