Manolo Llorente, el Valencia y la memoria

El que fuera gerente, consejero delegado y presidente del club, "el gran gestor" como se quiso vender, aún sigue teniendo ganas de guerra

Toni Hernández | 19 NOV. 2019 | 07:00
Manolo Llorente

Manolo Llorente, el Valencia y la memoria. No sé si es buen título para un libro, para una película o simplemente para un artículo que he tardado un par de días en escribir, no porque fuera complejo, sino porque uno tiene el defecto precisamente de la memoria, se acuerda de casi todo, y cuando oye o lee a Llorente, le vienen a la memoria demasiados recuerdos no especialmente buenos. Llorente sigue teniendo amigos en los medios, y es que a algunos los trató muy bien durante años, igual que a otros nos vetó y nos vejó por caprichos suyos. Pero más allá de esto, que al final se podría decir que son cuestiones personales, Llorente ha querido ser vendido como el “gran gestor” de la historia del Valencia, y para el recuerdo nos queda que vendió todo lo que había por vender en la plantilla, no demasiado caro por cierto, no puso un solo ladrillo en el Nuevo Mestalla, y fue el “genio” que diseñó la ampliación de capital de 2009, la que condenó al club, engañando, presuntamente, a muchos miles de valencianistas.

La figura de Manolo es como si hubiera que lavarla, tampoco tengo claro para qué y eso quizá es lo que me confunde, pero está claro que todo esto de las ventas, las ampliaciones y les gestiones más que discutibles, todo eso, pasó. Leía la entrevista del domingo en Las Provincias y recordaba una charla que tuve con él un sábado por la mañana de hace casi 20 años cuando se negociaba con la Lazio el asunto de Mendieta. La anécdota de los 8.000 millones de pesetas es muy graciosa… pero que el pago no estuviera avalado, que apenas si cobramos por el rubio de Benicassim, y que terminaron abonando el traspaso con Fiore o Corradi, y sus fichas de locura, eso a Manolo se le debió olvidar. El mayor agujero en un traspaso de todos los tiempos… el gran gestor. Pero nada, como decía mi padre, más vale caer en gracia que ser gracioso.