Cuando el Barça parecía el Valencia de Peter Lim

El Camp Nou es un estadio maldito para Voro ya que solo consiguió ganar en su primera visita como jugador, aquel Barça estaba inmerso en muchos problemas

Jose Hernández | 15 MAR. 2017 | 12:33

La estadística de Savador González '​Voro' en el Camp Nou es realmente negativa, en sus múltiples visitas como futbolista solo logró ganar una vez, mientras que el único precedente como técnico hasta el momento se saldó con un contundente 6-0 en contra. Su único triunfo llegó en 1987, cuando un Valencia recién ascendido incendió el coliseo barcelonista al imponerse gracias a un gol de Carlos Arroyo, aquel Barça era un polvorín tal y como lo es actualmente el club de Mestalla. Fue la única victoria de Voro en can Barça.

Una pancarta gigante recibió a los jugadores del FC Barcelona esa tarde: "No hem de fer el ridícul, NETEJA". El 20 de septiembre de 1987 el Valencia volvía a jugar en el Camp Nou después de la pesadilla del descenso. Era un equipo que tenía a los jóvenes Quique, Fernando o Voro como referencia, un nuevo Valencia que había regresado a primera división con la suerte de cara y que ese día metería el dedo en la herida del barcelonismo. En la ciudad condal se temía al conjunto de Mestalla, y es que nadie podía fiarse de un equipo que arrastraba una curiosa leyenda a sus espaldas: era el auténtico verdugo para sus entrenadores. En 1979 Lucien Muller dejó de entrenar al Barça tras una goleada en Mestalla, mismo desenlace que sufriría su sustituto, Quim Rifé, después de que el Valencia ganara en el Camp Nou en la Recopa de Europa al año siguiente. Otros técnicos como Kubala o Lattek también comenzaron a perder la confianza tras dolorosas derrotas frente al Valencia. Por todo ello Terry Venables intuía que la historia podría repetirse de no ganar al equipo de Di Stefano.


Era un Barça en llamas, un club que todavía no se había recuperado de la final de la Copa de Europa de Sevilla y que tenía a sus cracks y sobre todo al presidente José Luis Núñez en el punto de mira. Los aficionados sentían vergüenza de un equipo que en las primeras jornadas de 1987-88 coqueteaba con los puestos de descenso. Tal y como se pudo leer en la prensa catalana de esos días, era un Barça en descomposición. El Valencia jugó sin complejos, fue eficaz y estuvo muy ordenado en el campo. Rentabilizó el gol de Arroyo en el primer tiempo y aguantó a la heroica en el segundo, con imágenes tan impactantes como la de Bossio con la cara ensangrentada. Pero a partir del minuto 60 el campo comenzó a ser un clamor contra el equipo azulgrana y contra Núñez. Bronca, pañuelos y cánticos como: "Barça sí, Núñez no" o "Núñez Perico". Una imagen que no dista tanto de la que se ha visto en Mestalla en los últimos tiempos aunque con dos diferencias importantes:1) el presidente no era el máximo accionista de la entidad 2) los aficionados pudieron expresar su malestar en persona ya que el presidente estaba sentado en el palco, algo que no ocurre en Mestalla.

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El público se quejaba de la mala gestión, ese equipo no era el Barça que conocían ni el que esperaban. Mundo Deportivo resumía la situación de la siguiente forma: "Fue el Barça triste, impotente y desvalazado que todo el mundo, menos el presidente y la junta directiva, está viendo desde que comenzó la temporada". Por si fuera poco, Di Stéfano, entrenador visitante, dio la puntilla en rueda de prensa afirmando: "El Barça no puede estar toda la vida mirándose en el espejo del Real Madrid". La frase escoció demasiado pero fue directa. El Barça era un club roto, muy diferente al que conocemos a día de hoy y comenzó a construirse con la llegada de Johan Cruyff; el Valencia lo había vuelto a hacer y se convirtió en el verdugo de otro técnico, en este caso Terry Venables.

En líneas generales los azulgrana se parecían bastante al Valencia actual (salvando las diferencias lógicas). Se prometían soluciones rápidas y se improvisaba en cuestión de horas, "En ocho días solucionaré los problemas del Barça" (Núñez, 21-9-1987), un mensaje tranquilizador que al día siguiente quedaba en agua de borrajas cuando el presidente dimitió ante una junta directiva que no aceptó la renuncia. Varios grupos de oposición anunciaron acciones legales contra las maniobras del presidente, e incluso afirmaron que el Barça tenía una caja B ya que las cuentas no cuadraban. Núñez se sentía solo, menospreciado por la afición. Su enfrentamiento con Schuster (al que consideraba uno de los males del equipo) llegó a lo personal, pero era una historia que se había repetido con otros cracks del pasado como Maradona. Nadie podía entender la gestión de un presidente que parecía tener los días contados y que poco tiempo después también saldría vivo tras el célebre "Motín del Hesperia".


Tres días después de la derrota ante el Valencia Terry Venables era despedido. En medio de mucha expectación y con parte de la prensa acusando a la directiva por la decisión, Joan Gaspar explicó que no se trataba de un cese, sino un acuerdo entre las partes. Pero aquel sainete llegaría a su punto álgido cuando el vicepresidente se atrevió a decir: "Los pañuelos no son contra la directiva, sino que sirven para protestar por los malos resultados". Luis Aragonés asumió el cargo y el equipo firmó una de sus peores temporadas en la historia a pesar de ganar la Copa del Rey. El Barça tocó fondo y Núñez reflexionó. La única forma de salir del hoyo era cambiar por completo la dinámica destructiva en la que había entrado la entidad, apostó por Cruyff y nació un nuevo ciclo. Los resultados deportivos cambiaron la cara de aquel Barça muerto en todas las esferas desde Sevilla 1986.

Ni el Valencia es el Barça ni Núñez es Lim. Pero la situación agónica de aquel Barcelona tiene paralelismos con la asfixia que vive en la actualidad el Valencia, sobre todo en cuanto al sentimiento y la voz del aficionado. Las promesas sirven de poco en un mundo en el que los resultados mandan, y éstos solo pueden llegar cuando el criterio deportivo impera sobre cualquier otra parcela. Partidarios o detractores de la actual propiedad del Valencia, todos están de acuerdo en que la regeneración solo llegará con un gran cambio en la filosofía y estructura del club, la política llevada hasta el momento ha sido un fracaso. Aquella travesía por el desierto del Barça coincidió con la primera visita de Voro al Camp Nou. Ahora el técnico valenciano vuelve a la ciudad condal comandando una nave averiada cuyo futuro es una incógnita.