Siempre he conocido un Valencia divido, pero no en guerra con bandos irreconciliables

La unión nunca ha sido nuestro fuerte, pero de ahí a un clima de tensión que no se puede ni respirar debe haber un término medio

Toni Hernández | 07 MAY. 2016 | 22:46

Recuerdo los tiempos en que servidor hacía radio y televisión de lunes a viernes, más los partido de cada fin de semana del Valencia, durante muchas horas, muchas, y tenía un discurso que obviamente no caló, porque nadie me hizo ni puñetero caso: la unión del valencianismo. Inventé algunas frases que hoy siguen vigentes como "el valencianismo sólo se pone de acuerdo para celebrar un gol", "el estado de ánimo de este club es un ascensor supersónico, del cielo al infierno y al revés en 5 segundos", y muchas más que usaba a modo de letanía, porque siempre estábamos igual. Vi a Paco Roig, Cortés, Ortí, Soler, Soriano, Llorente, y allí me quedé. Empecé una aventura maravillosa en Huracán, de la que me prometí no volver a hablar, aunque quizá lo vuelva a hacer, y me perdí muchas cosas. Un proceso de venta lamentable, una guerra civil que alguien debió frenar y no fomentar, que jamás debió suceder. Vi a amigos que sienten mucho esto sufrir, y eso no puede ser bueno. Todos contra todos, bandos con posturas irreconcilliables, gente del mismo equipo. Eso no tiene ni perdón, ni justificación, ni explicación.

La venta fue un desastre, pero por lo que hemos sabido después, pudo ser peor, porque algunas ofertas no eran dudosas, eran delictivas. Salvo se pasó varios pueblos en algunas cosas, y quizá no había más remedio, pero el club se fracturó más de lo que había estado siempre, pero con una diferencia: no sólo estaba dividido, estaba enfrentado. Sin cuartel. No sé si Peter Lim es la mejor solución que tenía el club, pero si fue la mejor que se pudo tener. A Salvo hay que agradecerle que lo trajera, y reprocharle, como presidente que era, que el proceso no fuera más tranquilo, que se evitara esa guerra civil. No hago responsable a Amadeo más que a los demás, pero él era el jefe, y tenía mas responsabilidad. Aquí habló todo el mundo, mucho y mal, y con la llegada de Meriton se hizo la calma, pero una calma que cualquiera que tenga un poco de bagaje valencianista sabía que duraría lo que duraran los buenos resultados. Los bandos estaban hechos, las cuentas pendientes preparadas.

Y ha llegado el año malo, o peor que malo. Los que iban contra Salvo le tiran en cara traer a Lim. Los que eran de Salvo y Lim le tiran en cara al dueño que no les haga caso, porque ya no está Salvo. Los que iban a favor de otras ofertas, menos los que están procesados o fuera de España, salen y hablan, y dicen esa frase tan nuestra, "ja t'ho dia jo", porque aquí lo sabemos siempre todo... a toro pasado. Nadie da una alternativa, nadie, porque somos de destruir lo que no nos gusta, pero proponer alternativas, eso que lo haga otro que es trabajar y pensar, y cuesta, cuesta un huevo, y a nosotros, más. El Valencia no puede ser así, no puede estar así.

Me pongo en la piel del aficionado, del valencianista que sólo quiere ganar y que su club no haga el ridículo. Y es para no sacarse el abono, irse a la playa y olvidarse de todo. Hay que sentarse con todo el mundo, entender a todo el mundo, escuchar a todo el mundo. Meriton debe dar pasos, que los da, quizá no a la velocidad que a todos nos gustaría, aunque si el equipo hubiera ganado partidos, nadie diría nada. Pero no se puede insultar a un tipo que pone 200 kilos en el club, porque nadie iba a hacerlo. Se debe sentar a todo el mundo, se debe tener sensibilidad con todos los que forman el Valencia, que son muchos y piensan de formas muy distintas. Pero todos forman parte de la misma realidad. Ese sectarismo de unos a otros por la forma de pensar, no puede ser más retrógado, más rancio, más trasnochado. Hay que dar cariño a la gente, a todos, escuchar y oír, las dos cosas, pero debemos partir de un punto de aguante respecto al que piensa distinto, porque en el fondo quiere lo mismo. Pongo un ejemplo para acabar con este rollo. La Curva Nord intentó todo el fin de semana contra el Villarreal, con esa Senyera gigante que no se quiso dejar entrar a Mestalla. La policía tendrá sus razones, pero en ese mismo campo, las aficiones de Barcelona y Madrid desplegaron el mismo tipo de bandera gigante en finales de Copa. O cómo se reciba al Atlético de Madrid con bengalas en su hotel y aquí se prohibe. No entro en las normas, pero cualquiera que lo vea debe pensar, ¿a unos si y a otros no? La Curva y el Valencia deben ser un sólo equipo, la afición debe ser sólo una, yendo a muerte con su equipo. Tenemos unos meses por delante preciosos para sentar las bases del Valencia del Siglo XXI, el que quiera aportar, y el que no, que se amargue la vida en su casa.