Rubén Baraja, el Pipo, será el entrenador del Valencia, pero en su momento

Reúne todos los requisitos para ser el entrenador del Valencia, salvo uno que está trabajando y con cierto éxito: su experiencia en la élite

Toni Hernández | 06 FEB. 2016 | 14:05

Rubén Baraja Vegas, 11 de julio de 1975, Valladolid, pero valenciano y fallero, el Pipo Baraja, por la noche y por el día, uno de los 10 mejores jugadores de la historia, un emblema, un símbolo, para mi sobre todo un amigo, y un entrenador de fútbol como la copa de un pino que tiene como sueño, como no podría ser de otra forma, dirigir al equipo de su vida, al Valencia, en Mestalla, pero hacerlo a lo grande, para llevarlo donde lo hizo como jugador, a lo más alto de todos los tiempos.

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Hace unos años, cuando tenía que hacer las prácticas del nivel 3, me llamó. “Toni, ¿las puedo hacer en Huracán?”. Eran los tiempos en los que algunas malas personas vetaban en el club a los que no eran de cierta cuerda. Por supuesto que vino, y las hizo, y tanto el cuerpo técnico de Emerson Esteve como aquel equipo no lo olvidará nunca porque se involucró al máximo, en el día a día, y siempre en segundo plano, siempre ayudando, siempre sin salir. De ahí dio el salto al Valencia División de Honor, ganó la Liga, debutó en Segunda B ganando un partido clave con el Mestalla en Sant Andreu, y Rufete empezó a hacerle la vida imposible. Un episodio marca aquello.


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El día que el Valencia División de Honor gana la Liga, NADIE del club está en Paterna, NADIE, en una falta de respeto propia de otro tiempo, de otras personas de las que se ha hablado muy mal, y con razón. Rufete tampoco estaba.Si, Rufete, el que ahora es elevado a los altares, y que como todos, tiene cosas buenas y cosas malas. Rufete fue el responsable de la segunda salida del Pipo del Valencia, su nula relación, y que ellos cuenten las causas, fue el detonante. El Pipo firmó por el Elche en Primera, aunque los despachos lo mandaron a Segunda A y se quedó sin jugadores, con lo que tuvo que rearmar el equipo. Y lo está haciendo de lujo, con el equipo entre los 6 primeros, y haciéndolo con jugadores que, en agosto, nadie podría pensar que lo tuvieran ahí en febrero.

Baraja será entrenador del Valencia. Él quiere, la afición quiere, el club lo quiere, y las circunstancias, en su momento, lo querrán. Verlo en la lista de futuribles, que alguien se inventa o filtra, por un lado me alegra, porque es mi amigo, porque el aprecio es mutuo y verlo triunfar me alegra, pero por otro, y sé que él, y buenos amigos comunes, pensamos lo mismo, es pronto, demasiado pronto. En julio cumplirá 41 años, y su primer año completo en el fútbol profesional como entrenador. Un año más, quizá dos, quizá un buen año, quizá un cese, que eso también ayuda a ser mejor, pero ahora, ya mismo, creo que sería arriesgar un cartucho demasiado valioso para ser otro Pellegrino, Pizzi o Djukic, que llegaron con expectativas increíbles, y salieron por la puerta de atrás, con malas formas y peores maneras.

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El Pipo es un símbolo, su nombre está por encima de muchas cosas en este club, porque es sagrado, es santa palabra, santo varón. Sería un sueño que un GRANDE devolviera al Valencia a su esplendor desde el banquillo. Quizá el sueño se pueda convertir en realidad, pero correr demasiado puede convertir el sueño en pesadilla, y ni por el Valencia, ni por amigo, podría soportarlo.