Un partido de Champions League en Mestalla

Manual del aficionado valencianista para vivir una noche en la que si todo sale bien, queda una bonita historia para contar

Toni Hernández | 08 DIC. 2015 | 16:38

Mestalla, 20h45, el Valencia juega un partido de Champions League contra el Olimpique de Lyon, aunque el rival en este caso da igual, se juega su paso a los octavos de final, y necesita una noche mágica, en la que además de lograr la victoria, necesita que los belgas del Gent no ganen. Vamos, que al final se ha montado un lío importante para pasar en un grupo “asequible” (la Champions nunca es “asequible”), y toca vivir hora y media de infarto.

¿Qué sería del fútbol sin noches como esa? Un coñazo, no nos engañemos. Son días de éxito total o de fracaso absoluto, de todo o nada, cuando el fútbol te da la vida o te la quita. Para los que queremos de verdad este juego (y cada día me van entrando más ganas de escribir sobre algo que aún no he hecho), estos partidos son el motivo de seguir respirando.

Mestalla sabe de esto por encima de la cabeza. Camino de los 100 años, las ha vivido de todos los colores. Los que tienen entre 20 y 30 años, han vivido, y tienen noticiones de haberlo hecho, días enormes, grandes, bestiales. Pero esa Curva, con gente muy muy joven, que está forjando su valencianismo, todavía no ha vivido una gran noche europea en Mestalla, porque quizá hace demasiado de la última, y en Champions más aún.

Es un día de dejarse la exigencia guardada en el cajón, algo así como pasó el día del Barça, ir al campo pensando en que aquello debe explotar antes de empezar, y que si el Valencia cumple, y los rusos no la lían (que tampoco serían culpables), a eso de las 22h30, puede haber una fiesta que hace falta para calmar las aguas, recuperar la autoestima, y consolidar el valor en Europa de un club que hace años que no está con los mejores, cuando le vimos jugar contra ellos, y en ocasiones, hasta vencerles.

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Empezar con un lleno sería un detalle. Por el ambiente, si, pero por el compromiso de todos también. El día del Barça se vio esa simbiosis equipo-grada, que cuando se da, hace que ganar en Mestalla sea misión imposible, aunque venga el mejor equipo del mundo, con los mejores jugadores del mundo, y tengas nada menos que 10 bajas. El extra que se da a los del verde es tal, que siendo los mismos que daban (póngase aquí el adjetivo que cada uno quiera) hace apenas una semana, fueron jabatos invencibles días después. Quizá la diferencia sólo era un estado de ánimo.

Entradas en el bolsillo, bufanda al cuello, bocata para el descanso preparado, y a Mestalla buscando no una gesta, que nunca se debió llegar a esto, pero si una noche de esas de las que luego se habla con el paso del tiempo. Lo sé porque una vez, hace más de 15 años, yo viví esa misma sensación contra un equipo escocés, y de ahí, llegamos a jugar 2 finales de esto…

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