Diego Costa, el futbolista sin escuela

El Valencia deberá tener mucho cuidado con él

Francisco Ortí | 31 MAR. 2013 | 06:43

El Valencia visita al Atlético de Madrid en el Vicente Calderón para disputar un partido en el que deberá tener cuidado con Radamel Falcao, pero también con un Diego Costa que ha crecido en importancia a lo largo de la temporada. Os contamos su historia.

Le bautizaron como Diego en honor a Diego Armando Maradona. Algo que no tendría nada de raro de no ser porque nació en Brasil. Un día fue caminando desde su casa hasta la playa. Algo que no sería extraño de no ser porque tuvo que recorrer 70 kilómetros a pie hasta ver el mar. Salió a las tres de la mañana y llegó a las once de la noche. Inició su carrera futbolística en Europa a los 17 años. Algo que no sería llamativo, de no ser porque comenzó a jugar fútbol a los 16 años. Queda claro, por lo tanto, que el adjetivo de atípico alcanza la dimensión de eufemismo cuando se utiliza para describir a Diego Costa. El brasileño del Atlético de Madrid es un jugador distinto en el fondo y en la forma. Diferente en sus conceptos futbolísticos, en comportamiento sobre el terreno de juego y hasta en su propia génesis.

Diego Costa descifra el fútbol a través de códigos distintos al resto y esa diferencia se alimenta en su fase formativa. O, mejor dicho, en la ausencia de la misma. “En mi pueblo (Lagarto) no había estructuras ni recursos. La gente va a lo suyo, no se apostaba por el fútbol. No había ni campos con césped. Jugaba contra equipos de otras ciudades y me entrenaba todos los días, pero no en una escuela. Mi escuela ha sido la calle“, confesaba el delantero brasileño en una entrevista para El País durante su etapa en el Rayo Vallecano. Esa génesis sin dogma ni ley es la causa de un hombre de arcilla al que nadie ha moldeado jamás, un futbolista sin escuela.

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Creció jugando al fútbol en las calles de su pueblo, criado siguientes las leyes de la supervivencia del más fuerte, en un mundo donde “soltar codazos era normal” hasta que con 16 años ingresó en los juveniles del Barcelona Esportivo Capela de Sao Paulo. Apenas un año después Jorge Mendes le hizo cruzar el charco para mudarse al fútbol europeo, fichando por el Sporting de Braga, club portugués controlado por los tentáculos del poderoso agente luso. Sólo fue el primer paso. A los 19 años y sin apenas minutos en la élite fichó por el Atlético de Madrid. Tres años después de haber comenzado a jugar a fútbol cerraba su fichaje por uno de los clubes históricos de España y que por entonces contaba con una delantera formada por futbolistas de clase mundial como Diego Forlán y Sergio Agüero.

Ese vértigo sin formación es lo que define la esencia de Diego Costa. Es un futbolista imprevisible en toda la extensión del término. Imprevisible por su capacidad de romper un partido por una genialidad. Imprevisible por su capacidad de romper un partido por una cruzada de cables. Ángel y demonio en la balanza de un único adjetivo y no se conoce qué provoca el desequilibro. El brasileño tiene dos caras que se alternan sin rutinas ni horarios. Sus fantasmas internos aparecen sin previo aviso y son capaces de destruir todo lo que encuentran a su paso. “A los chicos que tienen formación se les enseña a controlarse y a respetar a los demás. Yo siempre he sido de los que se calentaba. Pisaba a otro y nadie me lo recriminaba. Pensaba que había que matarse y no tenía respeto por el rival“, explica Diego Costa.

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Su historial ‘delictivo’ en el fútbol español evidencia los calentamientos del delantero brasileño. En sus 162 partidos en España ha visto 59 cartulinas amarillas y 7 rojas. El Atlético de Madrid intentó compensar esa ausencia de formación y calmar su temperamento a través de múltiples cesiones en Celta de Vigo, Albacete, Valladolid y Rayo Vallecano gracias a las que creció como futbolista y se ganó un prestigioso cartel dentro del mercado español. Sin embargo, su carácter volcánico continúa en erupción. “He madurado. He aprendido a controlarme“, asegura el brasileño. Sus estadísticas no dicen lo mismo. Esta temporada ha disputado 30 partidos con el Atlético de Madrid entre todas las competiciones y ha visto siete amarillas y una roja directa. Datos que reflejan que todavía no ha aprendido a controlarse.

Pese a todo, está ofreciendo su mejor rendimiento desde que llegó a Europa. Poco a poco ha crecido su protagonismo en los planes del Atlético de Madrid y ha mezclado perfectamente con Radamel Falcao hasta convertirse en pieza clave de los rojiblancos en las últimas semanas. El delantero colombiano ha estado ausente por lesión durante varios encuentros y ha regresado sin alcanzar todavía su máximo nivel y Diego Costa ha aprovechado la oportunidad para asumir el rol de líder. Sabedor de la importancia del brasileño en lo que resta de temporada, Simeone, quien conoce en primera persona como domar impulsos incontrolables, está moldeándole para enseñarle el fútbol que Diego Costa no aprendió. El Valencia le pondrá a prueba en su visita al Vicente Calderón. Un escenario tenso, un campo minado en el que Diego Costa, el futbolista sin dogma, deberá pisar con cuidado para no explotar, pero sin perder su esencia imprevisible.