Se cumplen ocho años de la liga de Sevilla

Benítez ganó su segunda liga el 9 de mayo de 2004

Toni Hernández | 09 MAY. 2012 | 01:11

Si el 5 de mayo de 2002 el Valencia hizo historia, el 9 de mayo de 2004 tocó el cielo absoluto, ganando su segunda Liga en tres temporadas, y derrotando al todo poderoso Madrid de los “galácticos”, remontando 8 puntos en un tramo final de temporada, simplemente, increíble.

Mayo es el mes, porque es donde se deciden las competiciones en muchos casos, que contiene más cantidad de efemérides futboleras. Y en la historia reciente del Valencia, los acontecimientos se acumulan. Hay días muy especiales, sin duda, y el 9 de mayo de 2004 es uno de ellos. Continúo con esta especie de serial fabuloso del mes de mayo, que nos está permitiendo viajar en el tiempo y recordar unos tiempos gloriosos.

Y lo cierto es que no estaba previsto. Era la jornada 36 de aquella Liga que el Valencia tuvo perdida en Madrid después de aquel penalti que no existió de Marchena a Raúl, y una derrota contra el Barcelona en la jornada siguiente (con gol del ex valencianista Gerard López). Una semana después, los de Benítez cayeron en Montjuich bajo la nieve, y ya no volvieron a perder hasta que fuimos campeones…

La remontada era espectacular, igual que los fallos del Madrid. Los “galácticos” recibían en casa al Mallorca de Eto’o, y lo normal, era su victoria. Pero perdieron 2-3. Eso hizo que varios cientos de valencianistas viajaran a Sevilla al día siguiente. Fueron casi 4.000. Para el poco tiempo que hubo, todo un éxito.

El partido fue otra de las muchas exhibiciones de aquel equipo que entrenaba Rafa Benítez. No dio ninguna opción al Sevilla, lo desarboló, presionó, asfixió y remató como solía hacer. Un gol de Vicente en la primera mitad, y otro de Baraja en la segunda, hicieron al Valencia justo vencedor de la sexta Liga de su historia.

Cañizares era el mejor portero de España, , con Palop (que era el segundo), y hasta el joven Rangel, que llegó a jugar. Curro Torres, Marchena, Ayala y Carboni, la mejor defensa, con suplentes de lujo como Pellegrino, David Navarro o Javi Garrido, que dio un nivel tremendo. Jorge López, Rufete y Angulo su turnaban en el flanco derecho, con Vicente, qué año aquel, y Xisco Muñoz, justo a las apotaciones de Canobbio (la lámpara). Albelda, Sissoko, Baraja y Pablo Aimar por el centro de atrás hacia delante. Mista (brutal), Juan Sánchez y Oliveira (el sofá), completaban una plantilla para el recuerdo.

La euforia de desató en Valencia. No era para menos. Unos días antes nos habíamos clasificado para la final de la UEFA. Aquel equipo era una absoluta máquina de precisión, con un margen de error bajo, con los automatismos definidos, con la personalidad adquirida, con garra, hambre, estilo. Era, en definitiva, el mejor de todos los tiempos.

Lo curioso es que fue difícil idealizar un “once”, porque los jugadores entraban y salían con una normalidad y una naturalidad que ninguna baja, sanción o lesión alteraba a nadie. Una sensación difícil de conseguir en el mundo del fútbol, y más competiendo con Madrid y Barcelona. Que siempre han sido fuertes, superiores, con plantillas más amplias y más caras, no es algo de nuestro tiempo…

El recuerdo de aquel Valencia tan imponente empieza a quedar demasiado lejos. Quizá le llegada de Mauricio Pellegrino devuelva parte de aquel espíritu, al menos en la parte teórica, que de eso, este equipo, viene estando falto en los últimos tiempos. Demasiado.