La fuerza de Simeone y el talento de Maradona...

Sevilla y Valencia se enfrentaron en los octavos de copa de 1993

Jose Hernández | 02 ENE. 2012 | 09:13

Aquel era un Sevilla Bilardista donde imperaba el trabajo sobre la libertad creativa. El equipo hispalense que se enfrentó al Valencia Club de Fútbol en los octavos de final de la temporada 1992-93 era un conjunto que bebía de las fuentes de una escuela que había llevado a la gloria a la selección argentina pocos años antes. Bajo ese clima de paternidad consentida, recibió Carlos Bilardo a Diego Armando Maradona.

El "pelusa" había aterrizado en Sevilla buscando su redención; el fútbol había perdido la confianza en los tobillos del genio de Villa Fiorito tras los escándalos posteriores a la Copa del mundo de Italia 1990. El pueblo no creía en la resurrección de Maradona, y tendrían que darse muchas circunstancias para que Alfio Basile lo incluyera en la lista de 22 futbolistas que representarían a la albiceleste en el mundial de Estados Unidos. Bilardo tenía la clave para premiar a Diego; convencer a Luís Cuervas(presidente del Sevilla) para abordar su fichaje y de esa forma hacer que la Liga española se contagiara otra vez de la magia de Maradona; volver a España y borrar su pasado turbio en el Barcelona.

El Sevilla Fútbol Club era un equipo formado a imagen y semejanza de su técnico. Unzué, el portero navarro que había pasado por el Barcelona defendía el arco con sobriedad. La defensa tipo del Sevilla era un icono del club de aquella época. Con Jimenez y Juan Martagón en bandas, la contundencia de Diego y Prieto sembraban la zozobra en las delanteras rivales. Hombres vigorosos marcados por el pedigrí de Carlos Bilardo. Maradona debía ser la nota discordante del estilo del equipo en el centro del campo. La pincelada que hiciera que el Sevilla fuera recordado por algo más que dar patadas. Nacho Conte o el balear Marcos apuntalaban la presencia en la medular del terreno de juego, pero si había un lider en aquel centro del campo que pudiera ejercer de escudero de Maradona era otro Diego; Simeone se había convertido en el eje del conjunto hispalense y de la selección argentina, a la que había vuelto hacía poco el pelusa. La punta de ataque era para dos hombres, el oportunista Monchu y un balcánico talentoso que comenzaba a ganarse el elogio de la crítica, Davor Suker.

Aquel Sevilla fue el rival de uno de los Valencia Club de fútbol que mas expectación había levantado en los últimos tiempos. Un equipo "Ché" que era entrenado por el holandés Guss Hiddink, y del que pueden sacarse muchos paralelismos con el actual equipo que dirige Unai Emery. Ese Valencia de la era post-Espárrago era un conjunto que practicaba un fútbol alegre, con criterio y mucho gusto a la hora de conducir la pelota. Jugadores como Leonardo, Fernando o Lubo Penev estaban llamados a devolver a la gloria al club valencianista.

Eran tiempos de ilusión, pero fueron años de golpes muy duros también. Aquel Valencia venía marcado por las decepciones en la Copa del Rey y sobre todo por la ecatombe ante el Nápoles a inicio de temporada en la Copa de la UEFA. Aquel grupo napolitano al que, paradojas del destino, entrenaba Claudio Ranieri y en el que ya no participaba Maradona. Diego será rival del Valencia esa misma temporada en la Copa del rey, un trofeo que terminará con otra grandísima decepción a las puertas de la final, cuando el Zaragoza frene en semifinales una trayectoria que había comenzado de forma exitosa.

El enfrentamiento entre Sevilla y Valencia de 1993 no estuvo exento de polémica. Los argentinos Simeone y Maradona no podrían participar en el partido de vuelta que habría de disputarse en el estadio Luís Casanova el 17 de Febrero. La razón era una convocatoria de la AFA para disputar el encuentro del centenario de la federación argentina ante Brasil. La polémica a cuatro bandas entre Sevilla, AFA, FIFA y Valencia fue una de las noticias mas citadas de aquellos días. El club presidido por Luís Cuervas hizo una petición a la entidad valencianista para adelantar el choque una semana y poder contar con sus estrellas argentinas. La respuesta negativa del club de Mestalla encendió las hostilidades y abrió el fuego de la eliminatoria.

En el partido de ida, disputado en el estadio Ramón Sánchez Pizjuán, Sevilla y Valencia se respetaron demasiado. Bilardo trazó un plan basado en la fuerza y la rigidez táctica, un estilo del que el Valencia se contagió. Si la defensa sevillista era imponente, la valenciana no se quedaba a la zaga, aunque desde el banquillo las instrucciones no fueran tan drásticas como las que recibía su homónima andaluza. Voro, Camarasa y Belodedici actuaron con solvencia en aquel empate a cero que dejaba la eliminatoria con ligera ventaja para el Valencia. Maradona pudo desequilibrar el partido con un disparo a la cruceta de la portería defendida por Sempere, el astro sudamericano no estaría en el encuentro de vuelta, y eso sin duda, eran buenas noticias para el equipo de Guss Hiddink.

Los caprichos del calendario hicieron que Sevilla y Valencia se enfrentasen en liga pocos días antes del partido de vuelta. Fue la última vez que Maradona se enfrentó al Valencia en su carrera. Un futbolista muy tocado físicamente y desorientado mentalmente, pero que conservaba gran parte de su mágico toque y una excelente visión de juego. Esa calidad fue la que utilizó para asistir con maestría al protagonista de la noche, Suker, en el gol del empate sevillista de la primera parte. El Valencia consiguió arañar la igualada gracias a una acertada acción de Fernando a poco del final. Maradona y Simeone viajaban a Argentina, mientras Mestalla ya preparaba el partido de vuelta de octavos.

Los de Hiddink fueron superiores a un Sevilla que notaba demasiado las ausencias. Tras una primera parte de tanteo y lucha en el centro del campo, los valencianistas decidieron la eliminatoria en cinco minutos. El primer gol fue conseguido por la auténtica estrella de aquel equipo, el búlgaro Lubo Penev. Un delantero en estado de gracia que completó, en aquella temporada 1992-93 un año sensacional, el mejor de toda su trayectoria deportiva. Penev abría el marcador con una volea que levantó al estadio. Se vieron pañuelos en Mestalla; el Valencia había conseguido abrir la lata sevillista tras 141 minutos de juego. Poco tiempo después, otro clásico que vivía su segunda etapa en el club valencianista, el castellonense Roberto , establecía el gol de la tranquilidad. El Sevilla se limitó a buscar balones largos hacia Davor Suker, pero no inquietó en ningún momento la portería de Sempere.

Fue una inmensa alegría para un equipo que estaba pasando por una muy buena época. Conservaba opciones en el campeonato nacional de liga, ya que la distancia con el Barcelona no era grande, pero aquel torneo de Copa se presentaba como la opción más rápida a la hora de conquistar un título. El sorteo de cuartos fue benévolo, el Villarreal ofreció muy poca resistencia, pero el golpe llegaría en aquellas semifinales que marcaron sin duda, el futuro de aquel Valencia que tenía buenos números y jugaba un buen fútbol.