Héctor Nuñez, el delantero letal

El uruguayo falleció tras una larga enfermedad

Jose Hernández | 20 DIC. 2011 | 01:15

8 de Septiembre de 1962. El Valencia se impone al Barcelona en el partido de ida de la final de la Copa de Ferias. La primera participación europea del club se salda con una victoria espectacular. El duelo vive de la pugna entre dos hombres, el húngaro Sandor Kocsis y el español Guillot. Los valencianos viven una noche celestial, ya que consiguen perforar la puerta del portero del Barcelona en seis ocasiones. Día negro para un cancerbero nacido en Almazora; Pesudo tendrá que recoger el balón por última vez a 16 minutos del final. Un uruguayo firma el gol que suma la media docena. Héctor Nuñez, el uruguayo conocido por varios apodos, un certero delantero, letal y agresivo ante el marco contrario.

Héctor Nuñez nació en Montevideo el 8 de Mayo de 1936. Tenía 14 años cuando vio conquistar a los suyos el mundial de Brasil 1950. Los goles de Schiaffino y Ghiggia quedaron marcados en la memoria de este delantero que debutaría en el Nacional de Montevideo cuatro años más tarde del "Maracanazo".

Llegó tarde a la selección, no coincidió con la generación dorada que maravilló al mundo en la Copa del mundo de 1950 y que podría haber vuelto a dar el campanazo en la edición de 1954 si un grupo de expertos futbolistas húngaros no se hubieran cruzado en su camino. Nuñez se perdió su mundial, el que tendría que haberlo catapultado al fútbol europeo por la puerta grande. En 1958, Uruguay es apeada en la fase previa del campeonato por Paraguay, Héctor Nuñez participó de aquella decepción, que recuerda a una de tantas que sufriría el fútbol "charrúa" a lo largo del siglo XX.

El golpe no paralizó la trayectoria del delantero, que poco tiempo después cumpliría su sueño de cruzar el charco. Recaló en la ciudad perfecta para destaparse como magnífico ariete. En Valencia tendría un inicio demoledor, erigiéndose en máximo goleador del equipo en la temporada 1960-61 con 14 goles. Después su trayectoria sería irregular en las cifras e incuestionable en la entrega y sacrificio. Nuñez fue parte fundamental del Valencia que reinó en la Copa de Ferias de los años sesenta. Abandonó el club en 1965 con destino a Mallorca. Salía de una institución que le brindó la oportunidad de darse a conocer en el viejo continente, con la intención de volver algún día y devolver el cariño que siempre le brindó la calurosa afición valenciana. Antes de comenzar su andadura como técnico, tendría tiempo de jugar en el otro equipo de la ciudad, el Levante U.D, aunque su fútbol ya se apagaba y buscaba una salida desde otra perspectiva.

Nuñez fue un trotamundos del banquillo. Comenzó en las Islas Canarias dirigiendo al Tenerife, pasó al Valladolid en la temporada 1975-76, y tras un periplo de seis años sin entrenar, volvió en el club mexicano del Tecos Uag. Uno de los lugares donde mejor se recuerda el paso de Héctor Nuñez es en el Rayo Vallecano. Con el tercer equipo de Madrid consiguió establecer una relación que parecía trasladarle a sus humildes inicios en Uruguay. Su gran oportunidad, y puede que también su mayor fracaso le llegó en 1994. El Valencia, su club, recurríó a las manos del viejo delantero para salvar una situación que comenzaba a ser angustiosa.

El club de Mestalla había cambiado de entrenador y de presidente, estaba inmerso en una grave crisis de identidad y Héctor Nuñez era el encargado de levantar la nave. En su misión no estaría solo, ya que se hizo cargo de las riendas del club nada menos que con Mario Alberto Kempes de segundo entrenador. Pero el paso de la dupla sudamericana fue ciertamente indecoroso, solo aguantaron once partidos como responsables de la plantilla. Resultados irregulares y un nuevo cambio de directiva produjeron el cese más doloroso de la carrera de Nuñez.

Pero el destino le tenía preparada una agradable sorpresa. Nuñez pudo cobrarse una venganza personal con la selección uruguaya, a la que guió en 1995 a la conquista de la Copa América. En su Montevideo natal en un escenario de excepción, el estadio Centenario de la capital "charrúa". Uruguay se impondría en la tanda de penaltis a la selección brasileña, que si bien es cierto que no contaba con alguno de los integrantes que ganaron el mundial el año anterior, presentaba una importante nómina de futbolistas. Nuñez supo sacar el jugo a un verdadero equipo de estrellas que no estaba encontrando la suerte en los torneos internacionales. Los Poyet, Francéscoli, Fonseca o Bengoechea recordarán aquella experiencia como la resurrección del fútbol uruguayo. Héctor Nuñez estuvo ahí, con el título de campeón de América por fin pudo pasar a la historia de su país como merecía.