Recuerdos de 1999

Valencia y Mallorca protagonizaron un duelo histórico en 1999

Jose Hernández | 15 OCT. 2011 | 09:48

Fue una calurosa tarde de Junio. Valencia y Mallorca se citaron en Mestalla para dilucidar un enorme duelo de titanes; y es que baleares y valencianos habían demostrado ese año ser dos verdaderos colosos en el torneo liguero.

Dirigidos por dos generales del orden y la presión, los dos jugaban un fútbol basado en el rigor defensivo como arma. El Valencia de Ranieri era un equipo mas imprevisible. Su gran virtud residía en el contragolpe, la velocidad de Claudio López y la precisión de Adrian Ilie. Culminaban un trabajo que no terminaba en el balón en largo hacia el argentino, como definió una vez Claudio Ranieri el juego de su equipo. El trabajo de un renacido Luis Milla era vital en la construcción del juego del Valencia, liberaba a Mendieta de trabajo defensivo y permitía que el bilbaíno se incorporara a labores ofensivas.

98-99 fue la temporada de la consolidación de Gaizka Mendieta. Ese veinte de Junio marcaría el segundo gol del equipo valencianista; lo hizo de cabeza, una de las "suertes" que menos dominaba. Mendieta viviría seis días después su momento estelar, en la Cartuja sevillana demostraría que también sabía jugar con los pies... y con la inteligencia, porque solo teniendo mucha calidad y utilizando la cabeza se puede marcar un gol a la altura del que fabricó Gaizka en la final de copa del 99. Pocos futbolistas culminaron de manera tan magistral una jugada en un partido decisivo. Aquel gol al mas puro estilo Pelé demostraba que nos encontrábamos ante un futbolista de otra dimensión.

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Al otro lado del banquillo valencianista se sentaba un hombre reservado, cauto y enormemente talentoso. Hector Raúl Cuper, el técnico que había llegado un año antes a la isla como un auténtico desconocido y que en muy poco tiempo se había convertido en toda una referencia del fútbol español. Sus dos finales con el equipo "Bermellón" le hicieron ser codiciado por grandes equipos. El Valencia se fijó en él y no dudó en ofrecerle el puesto de entrenador dada su rápida adaptación al fútbol europeo.

El Mallorca ya dio el gran campanazo un año antes. Perdió en Mestalla la final de copa en un partido dramático; los de Cuper perdieron dos hombres en la prórroga pero resistieron con bravura las acometidas del Barcelona de Van Gaal. Los penaltis decidieron y el lanzamiento de Stankovic a las nubes posibilitó la remontada blaugrana y la primera decepción para el cuadro mallorquinista. Ese equipo no se conformó con aquella gesta y repitió proeza al año siguiente en la Recopa. Se trataba de la última edición del torneo que enfrentaba a los ganadores de copa. Cúper dio toda una lección magistral en dirección y llevó casi sin problemas a sus hombres a la final de Birmingham. De nuevo un escenario magnífico para otra derrota, esta vez ante las estrellas laziales, Nedved y Vieri pusieron su granito de arena para ayudar a incrementar el negativo balance del técnico argentino en las finales.

Roa actuaba de arquero. El portero argentino ya había sido pieza clave en Lanús, donde entrenado por el técnico de Chabás había destacado, convirtiéndose en pieza esencial tanto en los éxitos argentinos de Cuper como en su sorprendente etapa española. La retaguardia del Mallorca era uno de sus grandes bagajes. La defensa del equipo de Palma había asimilado perfectamente los conceptos, movimientos y mecanismos que Cuper pedía en su juego.

Siviero fue uno de aquellos recién llegados que sorprenden nada mas pisar un terreno de juego; su nombre estuvo en la agenda valencianista un tiempo. Marcelino terminó en el fútbol inglés mientras que Engonga o Miquel Soler vivieron una segunda juventud en el equipo balear. El ex-valencianista llegó incluso a ser internacional con España. Stankovic era el auténtico puntal del equipo, le sobraba calidad, talento y desparpajo y además tenía un toque de balón muy característico que lo convertían en un valor seguro en los lanzamientos de falta. Arriba, Daniel García Lara se encargaba de transformar en goles el trabajo desarrollado por sus compañeros. El catalán no pudo triunfar ni en el Real Madrid ni en Barcelona pero vivió una época dorada en la isla.

El Mallorca era esa tarde un equipo temible para el Valencia. En juego estaba nada mas y nada menos que la clasificación para la siguiente edición de la Liga de Campeones. Un premio demasiado goloso para los "Ché" y que ya habían conseguido asegurarse los mallorquinistas. El Valencia debía ganar y esperar una derrota del Celta de Vigo frente al Atlético de Madrid en Balaidos. La situación era mas rocambolesca si cabe por el hecho de que al Atlético le interesaba que fuera el Valencia y no el Celta quien se clasificara, ya que esto le aseguraría un puesto en la Copa de la Uefa del año siguiente debido a su condición de finalista copero.

El Atlético no falló y ganó su partido gracias a un gol de Solari mientras que los de Ranieri vivieron una de aquellas tardes estelares que hacen estremecer la memoria de Mestalla.

Claudio Ranieri sorprendió con su once inicial. En él la presencia de Camarasa extrañó y permitió al de Rafelbunyol despedirse con dignidad de la que fue su afición durante tantos años. Camarasa tendría todavía la oportunidad de vivir un momento mejor, cuando recogió seis días después la Copa del Rey junto a Mendieta y su amigo Claudio López de manos de Su Majestad.

El Valencia jugó con personalidad aquella tarde y muy pronto desarticuló los planes de Cuper. Los valencianos eran conscientes de que se jugaban el futuro de la entidad y la posibilidad de disputar una competición hasta el momento inédita en la experiencia de su sufrida afición. Adrian Ilie, "la cobra", abrió el marcador a los once minutos. Un instante antes, los transistores de Mestalla habían anunciado el gol de Solari para el Atlético. El Valencia era en ese momento "Equipo Champions" en detrimento de un Celta que no daba crédito a lo que ocurría en ese momento.

El Mallorca no era la máquina imparable que había demostrado ser durante todo el año. La motivación, entrega y sacrificio del Valencia le estaban superando. Ranieri tuvo la costumbre de jugar con tres delanteros en el tramo final de esa temporada. A los indiscutibles Ilie y López se sumaba el croata Vlaovic, que se encontraba en estado de gracia y que tuvo la oportunidad de marcar algún gol muy decisivo en la consecución de los dos éxitos, copa del Rey y clasificación a la Champions.

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El Valencia sentenció en la segunda parte un choque que no ofrecía mas historia. El Mallorca se evaporó con la ineficacia de Carlos, alias "Carlitos" arriba y el infortunio de Dani. Mendieta marcó el segundo de cabeza mientras la atención ya estaba centrada en lo que pasaba en Galicia.

Mestalla sufrió ese día como nunca. Un gol del Celta alejaría el sueño.

Gran parte de su afición conocía el hecho de que jugar la final de la Copa del Rey con la clasificación de Champions en el bolsillo, representaba una tranquilidad que no concedía volver a jugar una competición que se antojaba de rango menor como la Uefa. El gol del Celta no llegó y la pasión se desbordó en Mestalla.

Claudio López se fue a la banda y recogió una "Senyera". El gesto alentó a los aficionados, que celebraron la clasificación como si de un título se tratara. Lo cierto es que no era un trofeo pero fue un magnífico ensayo en previsión de lo que podía ocurrir seis días después en Sevilla.

El Valencia jugaría el año siguiente con los mejores equipos de Europa. Ranieri se marchaba de Mestalla con lágrimas en los ojos para entrenar al Atlético de Madrid, equipo que había ayudado en la consecución del éxito y que días mas tarde sería testigo del primer título en 18 años. Para terminar de cerrar el círculo, Héctor Cuper recalaría en el banquillo del Valencia... Fue una tarde que permanecerá para siempre en el imaginario colectivo de Mestalla.